FORMA
BÁSICA DE ENSEÑAR NO 8
FORMAR UN CONCEPTO
Cuando se cuenta en clase lo que sucedía en un torneo medieval, cómo se
llegó a la guerra campesina alemana, cuando describimos la vida en un oasis del
Sahara o contamos cómo se representaban en su época los dramas de Shakespeare,
fomentamos al mismo tiempo la formación de conceptos. Y lo mismo sucede cuando
elaboramos un esquema de acción y no nos limitamos a que los alumnos realicen
sus correspondientes secuencias, sino que reflexionamos sobre ellas y captamos
sus partes y relaciones esenciales. Cuando llevamos a cabo, juntamente con los
alumnos, una operación matemática, formamos al mismo tiempo, por regla general,
el correspondiente concepto. FORMAR UN CONCEPTO
En realidad, por tanto, hemos hablado ya de formación de conceptos, ya que el torneo, las causas de la guerra campesina, el drama isabelino, la construcción de centrales eléctricas y la reducción de quebrados a un común denominador no son otra cosa sino objetos del pensamiento, es decir, conceptos.
Aquí se amplia el campo del análisis psicológico y de sus consecuencias didácticas. Pensamos en la formación de conceptos tales como aceleración o tensión eléctrica, oxidación o reducción, color protector o inmunidad, adverbio o acusativo con infinitivo, justicia o gracia. No se trata de esquemas de acción ni de operaciones, ni tampoco de meras imágenes representativas; pero sí, con certeza, de conceptos. Nos preguntaremos cuál es su esencia. Igualmente cierto es que la formación de conceptos es una tarea central de la enseñanza, pues allí donde hemos formado un concepto, hemos captado un fenómeno, lo hemos destacado de la multiplicidad de las impresiones que nos asaltan y cuando lo volvemos a encontrar, somos capaces de identificarlo. El contenido del concepto, es decir, las interrelaciones esenciales, están resumidas, por así decirlo, como empaquetadas en él; ya no se nos escapan entre los dedos tan fácilmente. Un concepto formado se puede aplicar, el «empaquetado» lo ha hecho manejable.
Sin embargo, los conceptos no son meros contenidos de la vida mental. Son sus instrumentos. Nosotros trabajamos con ayuda de ellos. Al aplicarlos a nuevos fenómenos, captamos éstos y se van ordenados en nuestra mente. El visitante de una clínica psiquiátrica sólo ve personas cuyo comportamiento le parece raro, sólo los ve como mentalmente anormales, locos; pero el que sabe lo que es una depresión, una esquizofrenia o una neurosis, ve claramente las correlaciones y los cuadros clínicos se van agrupando.
Los conceptos son instrumentos que nos hacen ver y comprender el mundo. Son los instrumentos que nos ayudan a analizarlo.
Los conceptos, son las unidades con las que pensamos al combinarlos, ordenarlos y transformarlos. Hablar de los conceptos como contenidos de la mente humana es, pues, incompleto e incluso induce a error, pues nos hace creer que la enseñanza tiene sobre todo la misión de «amueblar» la mente del niño, como ha dicho Claparéde, en lugar de preguntarse qué instrumentos le proporcionamos y cómo le orientamos en su utilización. Al darle instrumentos conceptuales de interpretación y de dominio activo de los fenómenos y de la existencia, lo que hacemos es formar la consciencia.
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